Durante el asedio de Zaragoza, Agustina llevó a cabo la acción que la hizo célebre. Tras haber caído heridos o muertos todos los defensores de la puerta llamada del Portillo, las tropas francesas se aprestaron a tomarla al asalto. Agustina, que llevaba la comida a su marido, tomando la mecha de manos de un artillero herido consiguió disparar un cañón sobre las tropas francesas que corrían sobre la entrada. Dice la leyenda que los asaltantes franceses, temiendo una emboscada, se batieron en retirada, y nuevos defensores acudieron a tapar el boquete, defendiéndose la ciudad una vez más.
Algo semejante parece vivirse en estos momentos en el PP en que la brecha abierta por las ventosidades de Rodrigo Rato parece haber dejado sin defensores al Partido. Casí todos aparecen en la tele como sumisos llorones. Casí todos corren asustadas como trémulas nenazas para enchufarse como señoras de la limpieza en las sedes de Ciudadanos. Casi todos. Menos ella. Corta en tamaño pero en obras larga Soraya Sáez de Santamaría se alza sobre su estatura en resplandor de energía que aturde al adversario. Y si no que lo pregunten al Chánchez cada vez más líder y cada vez más bolsa cuando vota lo que no debe o cuando se justifica por decir miembras. Grande Soraya si el PP fuera como tú los asaltantes de la Moncloa se batirían en retirada. Pero no lo es.