Supongamos que a Juan le dicen que es un León. Lo tomará como un elogio. Supongamos ahora que lo que le dicen es que es un Burro. Lo tomará como un insulto. Sin embargo los burros han jugado un papel más importante en la historia de la Humanidad que los leones. Sin los burros no se habrían desarrollado la agricultura o el transporte tal como los conocemos ahora. En cambio los leones lo único que han hecho con la Humanidad ha sido comérsela en cuanto han podido. Pero es que además lo que se admira es el León con melena, el León macho. Como los documentales de televisión ponen de manifiesto la que caza es la Leona. El macho de la especie es un holgazán que espera rugiendo a que le traigan la comida, que sólo menea el rabo para disputar la mejor parte y que limita su existencia a comer, dormir la siesta y follar.
Cuanto antecede puede percibirse como expresivo de una paradoja. La paradoja en la que se enfrentan la ideología y el análisis objetivo de la realidad. Si analizamos la realidad objetivamente la consecuencia a la que llegamos es que los burros son mejor para el hombre que los leones. Si vemos las cosas del lado ideológico la consecuencia a que llegamos es que es mejor el león que el burro. Desde los escritos bíblicos al más reciente éxito del Rey León está claro que la victoria desde siempre se ha decantado del lado de lo ideológico. Entre otras razones porque una de las claves del éxito de la ideología está en convencer al que le ha tocado hacer de burro de que lo que es realmente es un león y de que por tanto un día u otro finalmente acabará comiéndose al prójimo.
Si no existiera la ideología los burros hace miles de años que habrían exterminado a los leones. Por tanto el éxito de los leones, su mismísimo reinado, no se asienta ni en sus colmillos, ni en sus rugidos, ni en sus siestas ni en sus polvos. Se asienta en las ideas con que otros han ido forjando sus creencias y que les llevan a ver que así y sólo así es y puede ser el mundo. Se asienta en la ideología.