Se dice que los árboles no dejan ver el bosque y hay ocasiones en las que no conviene perder de vista este principio. La percepción global desde una cierta distancia de una situación compleja facilita el hallazgo de una salida mucho más que si fuesemos, por decirlo de algún modo, árbol por árbol. Y esos son precisamente la utilidad y el alcance de esta regla de conducta porque más allá de ahí la percepción de las individualidades como un conjunto orgánico lo que trae consigo es una visión inadecuada de esas realidades. Los árboles no son una consecuencia del bosque sino el bosque una consecuencia de los árboles.
Hablemos ahora no de bosque y de árboles sino de sociedad y de personas Hay asuntos que se tratan como asuntos sociales La mayoría de los asuntos que se refieren a las personas se tratan como asuntos sociales Desde la organización política a las prestaciones como educación o sanidad Y no sólo es conveniente que sea así: es que es así Pero también es conveniente no perder de vista que el ser humano no sólo es un elemento del bosque: también es un árbol Su propio árbol El ser humano no sólo es persona o elemento social: también es individuo Y la reivindicación de la vertiente individual de cada uno es tan consustancial a cada uno como su consideración de su ubicación social No sólo se es católico, español, padre, trabajador, consumidor, paciente, alumno, profesor,... también se es árbol Y aunque todos seamos árboles cada árbol es cada árbol Nuestra igualdad con los demás árboles reside en el hecho de que todos somos árboles Hasta ahí.
El modo en que se desenvuelve nuestro devenir cotidiano conduce a una primacía de lo personal sobre lo individual Nuestro yo es un actor sobresaturado de roles sociales a que le queda poco tiempo para pensar en si mismo Para descubrirse a si mismo Para ser él mismo El viejo conócete a ti mismo es un lema difícil de poner en práctica Cada vez más difícil Y así ocurre no que los árboles no dejan ver el bosque sino que el bosque impide ver a los árboles