El hombre que le pellizc los huevos al misterioso Scooby Doo

El hombre que le pellizc los huevos al misterioso Scooby Doo
El hombre que le pellizc los huevos al misterioso Scooby Doo

autor.: cejuanjo

Remitido el 11-11-13 a las 11:33:21 :: 3302 lecturas


Buena día amigos. Con la presente da inicio la serie de entregas configuradoras del primer opósculo de nuestro espacio Novelas y Cuentos, la sección de narrativa de nuestro espacio web.
Todo empezó hace algún tiempo en una ciudad de provincias. Allí vivía nuestro heroe. Un joven humilde de aspecto sencillo que escondía un gran secreto y que oía voces. Las voces le decían mata, mata, mata,... Y se lo decían a todas horas con impertinente insistencia haciéndole enloquecer Pero él no era un asesino y no quería matar a nadie Sin embargo la sociedad no se lo ponía fácil Cada día encontraba más y más motivos para cumplir el imperativo de sus insistentes voces íntimas ¿Qué podía hacer?
Nuestro heroe vivía sólo, en una lúgubre habitación que había pintado de negro para reflejar la oscuridad de su alma Allí estaba él postrado sobre el lecho venga oir voces y voces repetitivas del propósito criminal En eso que llaman a la puerta Primero al timbre y luego con los nudillos Soy el revisor de la llums !!! Pero no era tal No era el revisor de la llums !!! No lo enviaba Iberdrola Nunca le prometió un jardín de rosas porque en el sueño de nuestro amor no florecieron Aunque suponía que era eterno Nuestro heroe abrió la puerta y el revisor putativo palideció Balbuciente retrocedió bajando a saltos por la escalera Quizá atemorizado por la mirada vítrea, satánica y maléfica de nuestro heroe O tal vez por otro motivo ¿Cuál?
Estate pendiente de nuestra próxima entrega amado lector.
Concluye el texto que antecede diciendo que nuestro amado héroe afronta sus trastornos psiquicos delirantes paranoides y esquizoides poniéndose los pantalones y yendo al bar a tomarse una cerveza. Pero aquello no era una solución, era una huída. Y nunca se puede huir cuando de lo que uno intenta escapar es de si mismo. De si mismo y de las voces querulentes. Por tanto hay que afrontar el problema. O mejor dicho. Seguir afrontándolo en desarrollo de los planteamientos ya empezados.
En precedente entrega vimos como nuestro amado héroe se plantea diversas dudas sobre el imperativo de las voces todavía no reconocidas como querulentes. De estas dudas nacen dos nuevos planteamientos: primero la admisibilidad del imperativo FOLLA FOLLA en enloquecedor coprotagonismo junto al ya célebre MATA MATA y segundo la opción de ir al bar como alternativa a la inoperancia mostrada por las voces obsesivas a la hora de traerle una cerveza. Inoperancia que desde luego no lo es para que la cama se mueva bruscamente, para que la ventana se abra dando paso a la hojarasca e inclusive para que en pleno casco urbano se oiga el aullido del lobo. Por tanto si las voces demoníacas mostraban capacidad en tan satánicas estupideces también podían con mucho menor despliegue de medios traerle una cerveza. Ergo si no se la traían es porque no les salía de los huevos. Ergo él no tenía porqué obedecer el querulente imperativo de unas voces groseras indiferentes a sus súplicas.
Hallábase nuestro amado héroe en la puerta del bar de la Pascuala Puta e iba a abrirla cuando una ráfaga de luz reflexiva iluminó su convulso interior. Vamos a ver. ¿En realidad él quería tomarse una cerveza?. ¿En realidad él quería tomarse una cerveza en el bar de la Pascuala Puta?. En realidad lo que él quería es que las voces querulentes le trajeran una cerveza. Y en vista de que no se la traían es cuando se pone los pantalones y baja al bar. ¿Acaso no es eso una expresión de debidilidad, una flaqueza, una rendición ... ? ¿Acaso el éxito que no habían conseguido las voces querulentes con su infructuoso MATA MATA lo estaban obteniendo ahora forzándole implícitamente a visitar el bar de la Pascuala Puta? ¿Si las voces querulentes habían logrado eso - que fuera al bar - que más no lograrían? ¿Que matase, que follase, que dejara de fumar, que pintara su habitación de blanco e incluso que echase instancia para concurrir a las oposiciones a la Agencia Valenciana de Salud? Dios mio. Aquello era horrible. Trémulo se arrojó al suelo en posición fetal gritando mientras se agitaba convulso en el frio suelo no lo conseguiréis, rameras. Afortunadamente la crisis de ansiedad fue breve pues mientras se agitaba convulso en el frío suelo en posición fetal un perro se acercó a él con el propósito de cagar. Cagar sobre él. Lo que le faltaba. Se irgió rápidamente y regresó dando zancadas a su domicilio mientras la Puta de la Pascuala emprendedor cospedalista del bar de la Pascuala Puta se asomaba a la salida de su establecimiento preguntándole si le ponía o no le ponía la caña. Ojo. La Puta de la Pascuala es tío.
- No me ponga usted la caña – dijo volviéndose nuestro amado héroe – que tengo que arreglar unos asuntos.
Llegó al portal de su casa mientras el perro cagaba a pocos metros de la entrada del bar de la Pascuala Puta y no le dio importancia al revisor de la luz putativo que estaba tocando timbres aleatoriamente buscando a alguien que le abriese. El revisor de la llumss ¡!! El revisor de la llumss ¡!!. No valoró del mismo modo el revisor putativo la circunstancia de que nuestro amado héroe que oye voces querulentes si abriera la puerta pues como hemos dicho buscaba a alguien que la abriese. Por eso cuando él la abrió se coló dentro valorando en modo positivo y no neutral o indiferente el que le franqueasen la entrada. Y ocurre así que mientras nuestro amado héroe que oye voces querulentes volvía a casa para enfrentarse a sus miedos y con ello a su destino el revisor de la llums putativo lo que pretendía era empiular o endilgar en propio término castellano contratos de suministros energéticos con cláusulas leoninas. Uno subía por la escalera con rara excitación para adentrarse en su lóbrega morada. El otro hacía lo propio para tocar los timbres y de paso para tocar los huevos.
Ya en la primera entrega de esta serie se hizo mención de putativo revisor de la llums. Este no era el mismo. Si lo hubiese sido quizá recordaría la mirada vítrea, satánica y maléfica de nuestro amado héroe o quizá el otro motivo por el que palideció balbuciente retrocediendo y bajando a saltos por la escalera. Por tanto debe deducirse que como mínimo eran dos los revisores de la llums putativos y además que éstos no actuaban con la coordinación debida ya que en otro caso el de la primera entrega hubiese avisado al de la presente del riesgo cierto y grave que corría. La ausencia de coordinación entre los revisores de llums putativos debe conducirnos a la carencia de un marco organizativo en el que se integren las actividades de éstos, carencia atribuible a un primer estadio de las tareas de captación de partes en los contratos de suministros energéticos con cláusulas leoninas no así a un estadio más avanzado de éste. Mas dicho asunto no formaba parte de los desasosiegos que afligían a nuestro amado héroe enfrentado al yugo de la voces querulentes y por tanto el triunfo sobre dicho sometimiento no requiere al menos en el actual orden de cosas mayores precisiones sobre el tema. En concreto: mientras nuestro amado héroe llega a su lóbrega y lúgubre habitación y se dispone a entrar el revisor de llums putativo toca el timbre de la puerta del primero A.
Nuestro amado héroe se metió la mano en el bolsillo para sacar la llave cuando una nueva ráfaga de luz reflexiva le volvió a iluminar - y con ésta por ahora son ya dos las iluminaciones que llevamos -. La cuestión estriba en dilucidar si cuando él le exige a las voces querulentes que le traigan una cerveza él realmente quería tomarse una cerveza o no era así. En un primer momento cuando actúa poniéndose los pantalones y saliendo de su morada lo hace dejándose llevar por un juicio de previsibilidad objetiva. Si él pide una cerveza es porque realmente quiere hacerse una cerveza y por tanto va a hacerse una cerveza ya que los ectoplasmas no se la traen. Posteriormente vemos como la primera ráfaga de luz reflexiva le proporciona la luz para un juicio inferencial e interpretativo de las voces querulentes, voces que implícitamente le inducen a situarse en el punto de partida del curso causal de los acontecimientos: si no le damos la cerveza él bajará al bar. Por tanto hará lo que queremos. Y si ahora hace lo que queremos cuando le digamos que mate, que folle, que deje de fumar, que pinte su habitación de blanco e incluso que prepare oposiciones a la Agencia Valenciana de Salud cumplirá a pies juntillas nuestro mandato. Es una brecha en el proceso de formación de la voluntad del sujeto. Una brecha a ensanchar. Lo que ilumina la segunda ráfaga de luz reflexiva no es la inducción implícita al actuar de las voces querulentes así como la meta finalista que dicha inducción esconde. Lo que ilumina es la toma de decisión que adopta en su momento y que se expresa en la petición de una cerveza. Si él pide una cerveza y no pide por ejemplo un paquete de papas es porque él quiere una cerveza. Es su deseo la fuente de la formación de una voluntad ya determinada en cuanto a su propósito. No es por las voces puesto que él no sabe como van a reaccionar las voces cuando les pide la cerveza. Aunque es razonable suponer que no se la hubieran traído debe admitirse en el ámbito de lo hipotético que sí se la hubieran podido traer. Y si se la hubiesen traído él se habría bebido la cerveza. Y esto es así si y sólo si quería tomarse una cerveza y por eso pide una cerveza.
En méritos de lo expuesto y razonado renuncia al propósito de abrir en ese momento la puerta y baja la escalera para acudir de nuevo al bar de la Pascuala Puta a tomarse un tercio. Tal vez incluso dos. El que baja y el revisor de la llums que sube. Dos destinos que se cruzan. ¿Volverán a encontrarse?

Concluye entrega precedente diciendo que con fundamento en la segunda luz reflexiva nuestro amado héroe desciende por la escalera de la finca para ir de nuevo al bar de la Pascuala Puta con el objetivo o meta de tomarse un tercio. E incluso dos.
Ya en la primera entrega de esta serie se informa que nuestro amado héroe oye voces que le dicen mata, mata,… En la segunda al afrontar sus obsesiones querulentes se dirige a ellas, a las voces, y les pide una cerveza. Eso primero. Y luego cuando no se la traen las manda a tomar por culo haciéndolo en singular, declaración seguida por actos inequívocos que en dos etapas le llevan al bar de la Pascuala. Eso segundo. Los puntos primero y segundo son posibles si y sólo si el ectoplasma – presunto ectoplasma – del que proceden las voces querulentes se encuentra fijo en punto el cuál no puede ser otro sino la lúgubre habitación que había pintado de negro para reflejar la oscuridad de su alma. Las voces las tiene en casa, no en otro sitio. O eso supone. ¿Y porqué? ¿Porqué no pueden estar en el Bar de la Pascuala?
En el momento de los hechos había en el Bar de la Pascuala cinco personas: nuestro amado héroe, la propia Pascuala, el Alcaparra, el Arrosito y la Quinientos. Como la barra era pequeña y además estaba partida por un pilar o se ponía al lado del Alcaparra y el Arrosito o se ponía al lado de la Quinientos. ¿Tenía realmente sentido hacerse un tercio e incluso dos tercios a mala leche? ¿Por qué tenía que aguantarlos si eran seboncios y olían? Por un instante pensó en retroceder, en volver atrás, en regresar a su lúgubre morada. O en buscar otro Bar. Pero no se puede esta huyendo siempre ni se puede vivir en una continua orfandad de luz. Tenía que encarar la situación. Actuar con valentía. Lo hizo. Se pidió un tercio y empezó a beberselo al lado de la Quinientos, tan o más puta que la Pascuala. Fue entonces cuando ocurrió lo inesperado.
- Buenas tardes ¿de quién es ese perro? – dijo alguien quizá refiriéndose al chucho que se acercó a nuestro amado héroe cuando éste enloquecía en posición fetal.
Nadie respondió.
- Es que resulta que acabo de pisar su deposición – añadió ese alguien
La Quinientos se volvió hacia él desplazando con sus volúmenes el tercio que nuestro amado héroe había empezado a beberse. Entonces dijo la Quinientos pues a mi que me cuentas en voz idéntica a la ectoplásmica querulente que tantas veces repetía eso de mata mata. El botellín cayó al suelo estallando en mil pedazos emanando del líquido vertido un humo sulfúreo y espumeante. El que había pisado la deposición palideció Balbuciente retrocedió abandonando el local atemorizado por la mirada vítrea, satánica y maléfica de nuestro amado héroe como en la primera entrega le ocurre al revisor de la llums. Porque nuestro amado héroe era un frolik. Es decir. Un humano con capacidad inconsciente de engendrar seboncios a partir de la energía extraída de las voces ectoplásmicas que le dicen mata, mata. Generación de tal alcance y contenidos que el gestado adquiere corporeidad autónoma como así acredita que estuviera en el bar de la Pascuala incluso antes de que nuestro amado héroe pidiera la cerveza.
Mas ocurriendo que quien buscaba responsabilidades por el enojo de la canina deposición por él pisada no retrocede abandonando el local atemorizado por el hecho de que nuestro amado héroe sea un frolik sino por el humo sulfureo y espumeante que emana de los restos de Aguila Amstel lo que debe estudiarse es si entra dentro del ámbito de atribuciones de un frolik asombrar al mundo con semejante fasto. Y así parece que es porque de no ser así no habría pasado,… a no ser que Alcaparra y Arrosito no sean en realidad lo que parecen. ¿Quiénes son realmente Alcaparra y Arrosito?
En esta vida hay cosas que te buscas y cosas que te encuentras. Y es más. Puede ser que no busques nada y te encuentres con algo. Y es más todavía. Puede ser que ese algo que te encuentras te haga estar peor de lo que estabas. También podría ser a la inversa. Y a veces ocurre que es a la inversa. Pero como ocurre que todas hieren y la última mata esa última ocasión, la más inmediata, la más reciente, la que marca con su impronta tu devenir en lo sucesivo, es a peor. Ocurre algo parecido a lo que pasa con las apuestas. Puedes ganar en la primera, en la segunda,… incluso en la tercera. Pero de la cuarta en adelante lo que te toca es perder. Perder hasta arruinarte si no paras a tiempo. Y en la vida parar a tiempo es mandarlo todo a tomar por culo. Porque de no mandarlo todo a tomar por culo van a seguir dándote por el idem. Eso no evita que te den igual, pero lo vivirás de otra manera.
Nuestro amado héroe ya identificado como frolik se enfrenta a la realidad de un modo negativista, tanático. Cuanto le circunda de lo existe es estima en un juicio de previsibilidad subjetiva como un riesgo potencial, como una amenaza. Posiblemente no todo sea asi. Probablemente si todo acabe siendo así. Incluso lo hermoso y bueno terminará siendo feo y malo. Pero no es menos cierto también que en todo trayecto hay altibajos y por tanto debe haber descansos en todo paseo. En la senda autodestructiva hacia ese propio yo que teleológicamente debe esclarecerse consumando el mata mata – ojo, porque nunca se dijo el folla folla aunque pudo haberse dicho de igual manera – hay paradas y tiempo por tanto para tomarse una cerveza. Decaía así la razón de ser de la Quinientos salvo que dicho no decaimiento encontrase motivo en que también la ectoplásmica voz querulente quisiera tomarse una Aguila Amstel. Las voces querulentes no tienen porque renunciar a los lapsos que invocan los hostigados por su contumacia. Y evidentemente para poder tomarse una cerveza se supone condictio sine quam non cierta corporeidad.
La humeante sulfureidad se expandía por el celantro en que se había convertido el bar de la Pascuala y nuestro amado héroe perplejo tras identificar la fuente de donde procedía la querulente voz se dirigió a ella.
- ¡Quién eres y qué quieres de mi?
Entonces la Quinientos empezó a reirse en modo grandilocuente y tenebroso mientras se hinchaba como un globo colorado
- Ja, ja, ja, … váis a morir todos, vamos a morir todos,… ¡!!
Y se hinchaba, y se hinchaba colmando con su aberrante corporeidad el ya hemos dicho que reducido bar de la Pascuala. 
Sobreponiéndose a la impresión inicial y al satánico curso de los acontecimientos nuestro amado héroe intuyó en veloz percepción que el ectoplasma se dimensionaba en creciente envergadura a medida que él mismo acumulaba sobre dicha presencia su propio espanto. Era él quien armaba el querulente poder del enemigo. Un poder que había empezado a manifestarse no desde el instante en que él había entrado el bar, había pedido una cerveza y se la habían servido sino desde el instante en que un intruso había preguntado en el bar por la titularidad de una mierda de perro. Si el perro no hubiera cagado en la puerta del bar no existiría la causa eficiente desencadenadora del cúmulo de eventos y la Quinientos quedaría despojada de su maléfico poder. Y con ella la voz que ectoplásmicamente encarnaba.
Puestas así las cosas tenía dos opciones: resolver el asunto de raíz lo que requería buscar y encontrar el perro o pedir una cerveza y tomársela ubicándose con ello en fase idéntica a la que se encontraba antes de que ocurrieran los hechos. Puesto que la Pascuala le estaba preguntando en ese preciso instante si quería tomarse otra cerveza tenía cubierta la mitad del recorrido de la segunda opción. Dijo si y se la sirvió.


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