Al plantearnos el tema de la diferencia entre los seres superiores y los seres inferiores la primera escala de un viaje guiado parece aconsejar que nos detengamos en el mirador de los superhéroes. A nuestra derecha tenemos a Superman, a la derecha de Superman al Capitán América. A nuestra izquierda tenemos a Batman. En la siguiente escala nuestro paisaje se llena de espiritualidad tibetana. En la que viene después nos postramos ante la estatua del Übermensch y en la última o en la antepenúltima nos visitan los extraterrestres. Sin embargo no vamos a acercarnos al ser superior a través de ese hipotético viaje guiado si no que nuestra aproximación seguirá la ruta que lleva al Patito Feo, conocido cuento de Andersen cuyo conocimiento nos permite prescindir siquiera de una síntesis del relato.
Lo primero que llama nuestra atención es que el Patito Feo toda su vida hubiera creído que era un pato si los demás patos no le hubiesen hecho la vida imposible. Si en lugar de meterse con él, de humillarle, de ningunearle, de someterlo a injustas vejaciones,… lo hubieran tratado como a un pato normal el no habría descubierto que era un cisne.
El ser superior parece que sólo adquiere conciencia de su superioridad si en el contexto social en el que dicha superioridad está llamada a conocerse existe una hostilidad colectiva causada por una finalidad excluyente. No ocurre pues como sucede en el universo del comic pues allí lejos de rechazarse al ser superior se le busca y se busca su integración participativa en los principios y valores del contexto social. El superhéroe del comic ab initio es bueno. El ser superior ab initio no es que no sea bueno; es que es anormal. Y así ocurre que en el ámbito de lo cotidiano no se habla de seres superiores o de seres inferiores si no que se habla de personas normales y de personas que no son normales. Y que cuando se plantea la diferencia entre seres superiores y seres inferiores el enfoque se desplaza desde el ámbito de la normalidad al ámbito de la fantasía, al de la ciencia ficción o al de la especulación filosófica. Mundos que por tenerse como paralelos al de la normalidad carecen de puntos de fricción que les hagan de entrar en conflicto.
Como hemos dicho el ser superior es antes que nada un ser anormal. Dicha anormalidad puede ser aceptada o puede ser rechazada por el contexto social en donde el ser superior se desenvuelve. Aceptación o rechazo que están llamados a depender de la proyección social de la percusión de lo anormal. Si dicha anormalidad puede evolucionar hacia una integración en el contexto social que se considera lo coherente es esperar la aceptación pues de la mano de la misma los principios y valores de tal contexto saldrán reforzados. El regreso del hijo pródigo es motivo de júbilo porque expresa una continuidad y un reforzamiento del patriarcado. Si dicha anormalidad no puede evolucionar hacia una integración o aun pudiendo se mantiene en sus trece lo esperable es el rechazo. Las circunstancias anatómicas y funcionales concurrentes en el patito feo no eran susceptibles de adecuación a los parámetros de normalidad del común de los patos (era un cisne, claro). Excluida la posibilidad de integración la única salida posible es el rechazo.
Al hilo del relato se concluye que el ser superior sólo adquiere conciencia de su superioridad tras la premisa mayor de la caracterización de su anormalidad. Como hemos dicho antes de ser un ser superior se es un ser anormal del mismo modo que antes de ser cisne se es patito feo. La conciencia de la superioridad deviene así en el resultado lógico de un proceso reflexivo sobre la señalada anormalidad. ¿Por qué no soy como los demás? ¿Por qué soy raro, así de raro? El ser superior realiza una búsqueda de su yoidad que la persona normal no precisa llevar a cabo pues se encuentra más o menos integrado en el común del nosotros. Sobre el impulso de esa búsqueda ya nos ilustra el punto precedente. Se trata de saber lo que se es y porqué se es lo que se es y como se es. Un propósito carente de sentido de no mediar esa hostilidad colectiva con finalidad excluyente a la que nos referimos al comienzo. El proceso conducente a la confirmación de que se es un pato con deformidades causa de exclusión social o si se es un cisne, superior en consecuencia a los patos, es un proceso que no puede resultar pacífico. Y no puede resultar pacífico porque si resultase no sería un proceso de reflexión si no la mera aquiescencia con las causas de la exclusión social que se padece. El ser superior para conocer su yoidad debe poner en cuestión los principios y valores que rigen el contexto social en que se desenvuelve adoptando frente a los mismos una actitud crítica. Dicho cuestionamiento si es conocido va a reforzar los argumentos adversos desde la normalidad que se asienta en tales principios y valores. El patito feo no sólo es un patito feo si no que además es crítico contra el sistema, está en contra de la moral y el orden público. Una vez más se confirma su naturaleza de peligro social.
El relato de Andersen presenta un punto sobre el que proponemos variación. Así está claro que si se es cisne se es cisne y no se evoluciona de pato a cisne. Por lo menos mientras no cambien las leyes necesarias de la Naturaleza. Sin embargo en el terreno en el que nos movemos puede admitirse ad exemplum que el patito feo va convirtiéndose progresivamente en cisne a medida que avanzan el proceso de reflexión para conocerse a si mismo – su yoidad – y de la mano de éste el proceso de crítica al sistema. La cisneidad identificaría así el conjunto de cualidades que irá adquiriendo e irán enriqueciéndole e irán haciéndole superior a lo largo del proceso. Se empieza a formar parte de los cisnes cuando a uno no lo tratan como un pato y comienza a plantearse por qué no lo tratan como un pato. Se empieza a formar parte de los seres superiores cuando a uno lo tratan como anormal y comienza a plantearse por qué no lo tratan como si fuera normal.
El superior es mutable, cambiante, evolutivo. El inferior está determinado de una vez por todas. Un pato normal siempre será un pato normal. Un pato anormal puede ser siempre un pato anormal o puede convertirse en cisne. Desde luego anormalidad no es sinónimo de superioridad, sólo una manifestación del reconocimiento social de la misma. Reconocimiento que puede traer causa de la superioridad o de otros rasgos diferenciativos de lo que es normal. Antes ya nos hemos referido a ello hablando de la anormalidad pacífica o integrable. Ahora ampliamos tomando en consideración otros supuestos de anormalidad que no son superioridad. El ser superior es anormal pero no todos los anormales son seres superiores. Por eso conviene caracterizar la superioridad. La superioridad es el término que identifica no sólo aquellos atributos que nos posicionan con ventaja sobre los seres inferiores si no muy especialmente nuestra cualidad humana misma. Atributos y cualidad que entre otras manifestaciones se expresan en la conciencia de la superioridad, latente o adquirida. El ser superior sabe que es superior y sabe que es superior porque los demás le han demostrado que son seres inferiores del mismo modo que el cisne sabe que es cisne porque los demás no le han demostrado que son cisnes si no que son patos. Cuac, cuac, cuac,…