Una vez más un preboste eclesiástico irrumpe en los medios de comunicación para tratar el tema de la homosexualidad. Según dice este nuevo cardenal la homosexualidad es una deficiencia y existen tratamientos para corregirla. El arzobispo emérito de Pamplona abunda en su tesis exponiendo que una cosa es manifestar acogida y afecto a una persona homosexual y otra, justificar moralmente el ejercicio de la homosexualidad. Algo parecido al principio odia el delito (la homosexualidad) pero compadece al delincuente (el homosexual). El señor Sebastián profundiza en su análisis utilizándose a si mismo como ejemplo. Como ejemplo no de homosexual sino como ejemplo de deficiente. Así argumenta que en nuestro cuerpo tenemos muchas deficiencias. Yo tengo hipertensión, ¿me voy a enfadar porque me lo digan? Es una deficiencia que tengo que corregir como pueda.
Se da la circunstancia de que Fernando el hipertenso es uno de los primeros cardenales nombrados por el amigo Francisco célebre respecto del mundillo gay por la frase ¿Quién soy yo para juzgar a los homosexuales?
O sea, que se la han metido doblada.