Hoy he ido a Misa y, como es lógico, tras la lectura de las Escrituras el sacerdote ha pronunciado la homilía. Lo primero que me ha llamado de la atención es que la homilía no guardaba ninguna relación con los textos evangélicos que la precedieron. Lo segundo que el contenido del discurso era una sarta de incongruencias y sinsentidos incapaces de resistir la menor crítica. Lo tercero que a la feligresía parecía darle igual. Imaginemos por un momento que estamos en un examen oral de la Carrera o de unas Oposiciones – por ejemplo a Jueces -. ¿Sabéis que habría pasado si hubiésemos hecho lo mismo que el cura? Pues que piamente habría sonado la campanita a las primeras de cambio o menos piamente que a las primeras de cambio nos hubiesen mandado a tomar por culo. Pero en la Misa el que tiene la campanita es el cura que como habla en nombre de Dios puede decir lo que le salga de las pelotas sin que lo larguen. Y la feligresía tan pancha y tan contenta. No han escuchado nada.
¿Qué lección se saca de esto? Pues de esto se pueden sacar muchas lecciones que desde luego no abarcaremos en nuestras inmediatas conclusiones Pero de entre ese proteico abanico de lecciones posibles la que quiero destacar es que la gente traga con lo que le echen si todo lo demás acompaña Por ejemplo si un tío va a un restaurante de lujo y le ponen en el plato una mierda se la va a comer porque todo lo demás acompaña Y si no le gusta la mierda lo disimulará sintiéndose culpable Si las chorradas que ha dicho el cura no las hubiera dicho vestido para la ocasión en el altar y rodeado de monaguillos la gente habría pensado que estaba como una puta cabra (y si no que haga la prueba) Es decir, el mensaje es el medio.