autor.: cejuanjo
Remitido el 01-05-14 a las 07:50:06 :: 1620 lecturas
Hijos que la presente vieréis y entendieréis sabed que si en una manifestación multitudinaria organizada por preferentistas sale un líder de las masas proclamando megáfono en ristre que el problema es la corrupción de los políticos lo esperable es que la multitud le dé la razón y ruja y chille contra la corrupción de los políticos. Pero si en lugar de salir un líder de las masas micrófono en ristre sale un pensador filosófico que se dirige a las turbas proclamando que si les han estafado es porque son GILIPOLLAS lo esperable es que la multitud se cague en su puta madre, lo llame fascista asi como cabrón e inclusive si está en su mano lo cape. Sin embargo el hecho cierto es que la firma disponente del acto patrimonial no trajo causa de que un sicario del banco - y mucho menos un político corrupto - amendrentara al signatario con una parabellum sino en la convicción de que el banco le estaba vendiendo duros a cuatro pesetas. Percepción de la vida que si alguna etiqueta merece que se prenda en el culo de sus titulares es la etiqueta de gilipollas.
La paradoja de las democracias está en la asimetría entre el sermón que debería predicarse al ciudadano y el sermón que realmente se predica. Si tú te coges cualquier discurso electoral y lo analizas un poquitín percibes que el trato al destinatario es el propio de un hombre sabio, justo, prudente, conspícuo y la hostia. Y aunque en realidad normalmente sea un pobre mamón saldrá reforzado en sus convicciones de que los males del mundo, la crisis y tal la tienen los políticos. Pero en verdad os digo que por inmensas que sean las dimensiones de maldad y corrupción de un político mayores serán las dimensiones de imbecilidad congénita de los ciudadanos que lo han votado. Entre otros motivos porque si no lo hubieran votado difícilmente hubiera podido corromperse. Así que a cagar y a pagar preferentes - o en su caso furgonetas -.
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