autor.: Jean Galloffe
Remitido el 02-05-14 a las 04:11:56 :: 2026 lecturas
Paréceme, señor mío, que todas estas desventuras que estos días nos han sucedido han sido pena del pecado cometido por vuestra merced contra la orden de caballería al dejarse atravesar el ojete por Malandrino o como se llamase el moro, que no me acuerdo bien. Tienes mucha razón Sancha, dijo la Quijana untándose el trasero con manteca. Para decirte verdad ello se me paso de la memoria mas puedes tener por cierto que fue por culpa de no habérmelo acordado tú con tiempo. A lo que Sancho perplejo repuso si acaso era menester de los fieles escuderos el recordarle a sus esforzados amos que no debían dejarse sodomizar por agarenos. Silencio lenguaraz que te deslomo, gritó el hidalgo. Anda y vete a El Toboso en busca de un físico que me reponga; porque has de saber que en la orden de caballería hay modos de composición para todo. Pues si ello es así, dijo Sancho, mire vuestra merced no se le torne a olvidar el precavido consejo ahora que yacerá solo bajo la higuera mientras localizo un físico. Perdióse el fiel vasallo en el horizonte cuando de lado opuesto surgió el gigante Morgante, quien pese a ser de aquella generación gigantesca, que todos son soberbios y descomedidos, él solo era afable y bien criado. El tal Morgante estaba exhausto después de darle por culo a Reinaldos de Montalbán así como a cuantos con él se hallaban que eran los cuatro traidores de Galalón sin embargo encontró en el yacente hidalgo algo que le atrajo así que desenvainando su espada se acercó a él. Rematado ya su juicio vino a dar en el extraño pensamiento que Morgante era el físico de El Toboso traído por la Sancha y parecióle convenible y necesario, así para el aumento de su honra, como para el servicio de su república, la sanación del estropicio mediante el supositorio que portaba en su entrepierna. Así que deshaciéndose de todo género de agravios, en peores condiciones que la precedente y poniéndose en ocasiones y peligros volvió a quebrantar las sagradas órdenes de caballería. Si hay que folgar dijo don Belianís de Gaula se folga, pero que sea con una reina. La Quijana no le hizo ni puto caso.
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