autor.: cejuanjo
Remitido el 07-06-14 a las 05:01:25 :: 880 lecturas
Cuando hablamos de religión lo que nos viene a la cabeza es la idea de Dios, de la Iglesia y de los curas. Sin embargo en sentido etimológico la religión no es otra cosa que el intento de relación con aquello que nos trasciende, con aquello que se encuentra más allá de nosotros mismos. Por ejemplo la idea de la muerte. De los neandertales (a) nos consta que rendían homenaje a sus muertos (b) no nos consta que tuvieran ni Dios, ni Iglesia ni curas. Los neandertales percibían la muerte como algo que trasciende al ser humano pretendiendo relacionarse con la misma de un determinado modo (el enterramiento) sin que de esto se siga que adorasen a un Dios o a unos dioses. En ese sentido la religión debe considerarse como algo inherente a la condición del ser humano de su conciencia de serlo, que lo califica como tal y que en consecuencia lo distingue del resto de los seres vivos. Las moscas o los chimpancés no entierran a sus muertos. Admitido lo anterior hemos de distinguir entre lo que es la religión como inquietud inherente al ser humano - y a la que nos referiremos como inquietud religiosa – de lo que es la religión como hecho social – a la que debemos referirnos como confesión religiosa – y a las relaciones entre ambas. Como dijimos la inquietud religiosa es algo que forma parte de la conciencia del hombre integrándose en el sustrato antropológico. Todo ser humano por el hecho de serlo es religioso del mismo modo que todo ser humano por el hecho de serlo es erótico. Asimismo todo ser humano por el hecho de ser es persona, es decir es sujeto y es objeto de una relación social. La vertiente de persona impone que los comportamientos del individuo sean comportamientos adecuados a las normas sociales. Normas que aconsejan o incluso imponen unas reglas de conducta. Reglas que pueden haber sido consensuadas por el grupo o más frecuentemente son impuestas por los miembros que ocupan una posición prevalente dentro de éste. De la mano de esas reglas la inquietud religiosa inherente al individuo como hemos repetido varias veces deja de ser una alfaguara y un arroyo singulares para convertirse en una ordenada acequia integrada en una red de riego. Esa inquietud no será pues considerada como expresión del yo propio sino como concreta manifestación singular en cada uno de una confesión religiosa. Y como a la acequia no se le reconoce sentido y subsistencia al margen de la red de riego a la que pertenece a la inquietud religiosa (religión en sentido individual) inherente a cada uno no se le reconocerá sentido y justificación al margen de las confesiones religiosas (religión con hecho social).
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