Frente a las ya descartadas tesis decimonónicas en virtud de las cuáles cualquier movimiento de masas que se preciase debía tener un mínimo sostén ideológico se levanta hoy la más moderna concepción de lo revolucionario en la que no es que no se vea que no hay ideologías: es que lo que se ve es que no hay ni idea. Y como no hay ni idea y como cabe lo que sea y como todo vale y como lo mejor de todo es que todo eso sale en televisión pues ahora resulta que salen los líderes [ o las líderas ] descompuestos y sin novio [ o sin novia ] dispuestos a sacrificarse lo que haga falta con tal de salir al frente de un movimiento de masas cuyo efecto más impactante en la Puerta del Sol lo constituye un intenso y todavía persistente olor a orín.

Primero tenemos a la Carmé Chacón inhabilitada para el liderazgo de un partido que con ella o sin ella está llamado a irse a cagar las próximas elecciones generales. Pues ahora va y resulta que aconseja a los partidos políticos atender a las demandas de los indignados. Y yo me pregunto ¿qué demandas? Porque cuando estuve dando una vuelta por aquel circo allí la gente pedía lo que le salía de los huevos. Y lo que es mejor. Resulta que no hay nadie que se haya tomado la molestia de poner en un puto papel una relación de todo lo que se pide. Y así ¿como coño van a atenderse las demandas?

Pero lo mejor, y por eso lo dejo para el final, es lo de Garzón. Para este señor estamos ante un movimiento que, representándonos a todos, despedía la fragancia de lo nuevo, la convicción de la razón y el civismo de su demostración. Ante semejante requiebro uno considera dos cosas: primero la subsistencia de un todavía no consumado ejercicio del liderazgo que a estas alturas se contenta con lo que sea y segundo que Don Baltasar no paseó por la Puerta del Sol porque la fragancia que el Movimiento despedía no era precisamente la de lo nuevo.