autor.: cejuanjo
Remitido el 15-09-11 a las 05:49:12 :: 910 lecturas
Lo primero que llama la atención del que esto escribe es la precipitación con la que el Gobierno se propone recuperar la extinta figura tributaria del Impuesto sobre el Patrimonio. Así fue ayer mismo cuando la cúpula del PSOE empezó a desvelar las líneas maestras de este revival impositivo. Entre otros efectos las prisas han traído consigo las irrisorias contradicciones entre las cifras manejadas por José Blanco y el candidato Rubalcaba. Contradicciones que además de justificar la cuchufleta justifican también la desconfianza sobre una decisión a todas luces tomada a salto de mata y desde luego concebida más que en términos de engrosar las arcas del Estado en los términos propios de la viniente contienda electoral.
Ni yo mismo, que soy posiblemente una de las mentes más lúcidas de este país aunque todavía no se haya dado cuenta el Tribunal de las Oposiciones a Judicaturas, sería capaz de solventar en menos de setenta y dos horas la doble papeleta de redactar primero la norma reguladora de un tributo y de anunciar segundo los precisos beneficios económicos (algo así como mil millones de euros) que anda soltando por ahí la Salgado. Y en este sentido y del mismo modo que no nos duelen prendas en exponer y razonar desde esta Santa Casa las fantasmadas de la Cospedales tampoco se nos llena el corazón de amargura al exponer tras razonar que la última parida del Gobierno es una mariconada del copón.
Una mariconada que hunde su raíz y su razón de ser en la apologética rubalcabista y todo el rollo patatero de que si gana va a crear un nuevo impuesto para que los ricos con sus riquezas paguen la creación de cientos de miles de puestos de trabajo.
Por experiencia propia recuerdo de los años que trabajaba en Hacienda que las declaraciones que pasaban por ahí del impuesto del patrimonio eran de los infelices que no se escapaban de la obligación real mientras los que presumiblemente debían hacerlo por obligación real eran pobres, pobrísimos. Gentes que vivían en chalets que costaba un huevo y parte del otro a la hora de la verdad resultaba que no tenían nada. Que eran pobres, pobres como ratas. Creo que en un año vería como un centenar de declaraciones.
Y esto naturalmente lo sabe el Gobierno. El rico que es rico lo disimula porque si no lo disimulara no sería rico, sería otra cosa.
De todas formas mañana cuando el Consejo de Menistras y de Menistros saque la referencia podremos reirnos más y mejor con los números concretamente aprobados por la cabeza del Ejecutivo.
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