La indignación cumple hoy su primer año de existencia como movimiento social. Un lapso suficiente para poner de manifiesto su alcance y sus límites actuales. Alcance que llega hasta lo que es el testimonio del rechazo a un orden económico injusto. Límites que se apean en la frontera de lo que resulta ser ese testimonio de un rechazo pues carecen de entidad suficiente como para erigirse en alternativa de nada. La indignación se plasma en estar en contra de lo que hay y se difumina hasta lo etéreo intangible cuando lo que se plantea es poner algo en el lugar de eso que está y no nos gusta. Sin embargo no debe obviarse el adjetivo actuales con que hemos calificado el alcance y límite manifiestos. Ni tampoco debe perderse de vista que muchas otras cosas que han pasado en la historia eran poco más o menos como esto en su primer año de existencia. Las cosas pueden cambiar y los cambios son como una cometa que se eleva en contra del viento. Los que mandan pueden soplar contra los que se tumban en las aceras y montan las tiendas de campaña con más o menos brío. Cuanto más soplen más se elevará la cometa y cuanto más se eleve la cometa menos parecerá una cometa y más un platillo volante. Que la Botella se prepare (camiseta de Bwin incluída).