autor.: cejuanjo
Remitido el 17-09-14 a las 08:52:36 :: 1817 lecturas
La teoría del etiquetado identifica aquella corriente sociológica surgida en los sesenta cuya tesis fundamental es que la llamada desviación social no es en realidad inherente a la persona en si misma sino que expresa la calificación social que recibe esa persona al desviarse de las normas culturales estandarizadas de la mayoría. La misma fija su atención en colectivos o minorías sobre los que recae la calificación negativa que entraña el etiquetado (subnormales, maricones, gordos,...) en términos muy semejantes a los utilizados para diferenciar lo que esta mal y lo que está prohibido.
Lo interesante de estas percepción de lo social estriba en que desplaza del individuo - o del colectivo en el que se le mete - hacia la tendencia de las mayorías a las calificación negativa o etiquetado de las minorías a las que se ven como desviación de estándar de las normas culturales y sociales. O dicho en otros términos en el análisis y el comentario de las razones por las que en todas las culturas y en todos las sociedades en mayor o menor medida se necesita contraponer el estereotipo de persona normal al estigma de subnromal, maricón o gordo. La desviación no es una cualidad de la persona sino la consecuencia de la aplicación —por parte de otros— de reglas y sanciones. Es decir: que el problema no está en la etiqueta que lleva puesta el estigmatizado. El problema está en la sociedad que necesita etiquetarlo.
Las relaciones sociales - aquellas a partir de las cuales los seres humanos entramos en contacto con los demás - son de muy diversa índole. Diversidad determinada por los fines que perseguimos a través de ellas. Y sobre esta diversidad se imponen las relaciones de poder, relaciones plasmadas en dos frutos sociales sobradamente conocidos: el Estado y la Iglesia. Prima facie el poder se impone por la violencia o la intimidación, pero el resultado no es estable. La estabilidad se alcanza en el momento en que el dominado incorpora como creencia la ideología del dominante. Algo así como lo que Marx llamaba alienación. La víctima de las estructuras de poder piensa y razona como los que mandan. Posición que sólo es posible si él es capaz de reproducir sobre otros la misma situación de inferioridad que padece. Una persona normal sólo puede sentirse en estado de normalidad si es capaz de reconocer en sus semejantes un estado de anormalidad. Una persona normal se sentirá menos inferior si conforme los principios y valores de la sociedad a la que pertenece percibe que existen otros inferiores a él. Como los subnormales, los maricones o los gordos. Como los outsiders.
La conclusión a la que se llega es que a la hora de plantearse y hacer efectivo en la práctica nuestro desarrollo humano lo que debe hacerse no es considerar normales a aquellos sobre los que recae el estigma social. Procediendo así estamos aplicando unas presuntas reglas de normalidad que hunden su raíz en estereotipos que se fundamentan y justifican en relaciones de poder. Ninguno de nosotros es quien para considerar normal o anormal a nadie en el sentido de considerar que lo propio e inherente a cada uno de nuestro prójimo es lo adecuado. Nuestra actitud debe ser más bien de rechazo a esas reglas de juego, absteniéndonos de entrar en las mismas.
Pues nada chavales, esto es lo que hay por hoy.
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