Esta mañana me he tomado la molestia de contar los mensajes de SPAM que borré ayer. Sesenta y ocho. Es la primera vez que me paro a pensar en esta cifra y se me ocurren varias cosas en relación a su magnitud numérica.

Lo primero que me viene a la cabeza es que si tuviera que leer cada mensaje, considerando que en promedio tienen el equivalente a un folio y que para leerme cada folio necesito un mínimo de un minuto ayer habría dedicado una hora y ocho minutos leyendo spam Más tiempo del que dedico a leer libros, hacer deporte y otras actividades cotidianas.

Lo segundo que me sobreviene en mente es que si hubiera hecho caso no a todos los mensajes sino solo a una porción de los mismos en estos momentos habría adquirido compromisos que me llevarían a la ruina

Podría sacar más conclusiones pero con estas dos me sobran para afirmar que la inmundicia que entra diariamente en mi buzón de correo sólo sirve para malgastar el tiempo de mi existencia y para comprometer lo que me queda de futuro con la ruina

Así pues no es descabellado afirmar que estoy rodeado de sinvergüenzas en el ciberespacio que intentan acabar conmigo y con mi patrimonio Asunción de un riesgo que sólo se explica porque de vez en cuando y muy a la larga entra en el correo un mensaje útil que debe leerse y guardarse.

Como digo en plan facha al principio esto con Franco no pasaba No pasaba porque no había internet Y menos teléfonos móviles La evolución de los tiempos que corren no sólo nos trae nuevas soluciones sino también nuevos problemas de los que tardamos en darnos cuenta y para los que no estamos preparados