autor.: cejuanjo

Remitido el 15-10-14 a las 08:55:21 :: 1589 lecturas


En toda estafa cabe diferenciar un elemento subjetivo y un elemento objetivo. El elemento subjetivo lo forman la parte estafadora y la parte estafada. El elemento objetivo lo integra el engaño. Supongamos que yo soy un estafador y que le vendo a Juan (estafado) el edificio que ocupa el Ayuntamiento de Cocentaina por 1.000 euros. ¿Dónde está la conducta reprochable? ¿En mi delictivo ánimo de lucro o en la imbecilidad de Juan?
Es lugar común repetido hasta la saciedad que los políticos en España son corruptos, que son – por mantener el símil – estafadores. Ya resulta menos frecuente sustentar la tesis de que los ciudadanos españoles – o un elevado porcentaje de los mismos – son imbéciles. Y sucediendo que la corrupción sólo se explica si entre otras variables se considera el peso decisivo que tiene dicha mayoritaria imbecilidad ciudadana lo razonable sería que los líderes políticos que salen en las televisiones dijeran “Los políticos son corruptos porque, entre otras causas, vosotros sois imbéciles”. Desde luego los líderes políticos que salen en las televisiones ni lo han dicho ni lo dirán con lo que la tesis explicativa de la venta de la moto queda circunscrita al malo que vende la moto sin incluir al capullo que la compra. Queda así pues incompleta.
La cobertura de este vacío que define la coherencia lógica es algo que en absoluto puede esperarse del programa de quienes concurren a unas elecciones. Ningún preferentista estafado por quienes le vendieron un caramelito para irse de putillas aceptará de buen grado que se llame imbécil en una campaña electoral. Si es así pondrá el grito en el cielo y muy justa y dignamente no votará al que le reprocha ser víctima de un problema que realmente es suyo. Por tanto ese vacío sólo puede ser colmado por la figura del intelectual.
Ya está el pedante de Juanjo – dirán algunos – poniéndose la túnica de Sócrates. ¿Intelectual, que es eso de intelectual? ¿Es que es más listo que yo? La pedagogía social no es fácil ni su titularidad resulta cómoda. Espetarle al ciudadano en la cara que el problema es suyo por gilipollas entraña peligrosidades rayanas tal vez en la integridad física. Y como ser humano que al fin y al cabo es guarda silencio. Pero ese silencio no es testimonio de adscripción a la sandez dominante, es testimonio de su temor humano a las peligrosidades. O al ostracismo social.
En sus tesis sobre Feuerbach, Marx dijo que “Los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modos el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo” Es decir que la filosofía debía descender del cielo de la especulación a las simas de la miseria humana

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